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Cuaderno de lamentaciones de Antonio Gálvez Ronceros


Desde la publicación de Los ermitaños y Monólogos desde las tinieblas, Antonio Gálvez Ronceros ha sido reconocido como uno de los principales narradores del mundo de los habitantes de las comunidades negras de Chincha, al sur de Lima. El grueso de la crítica y los reconocimientos de los que ha sido merecedor han partido de esta consideración. En efecto, junto con Gregorio Martínez, nuestro autor forma parte de un grupo de escritores que dan forma a la narrativa negrista en el Perú, cuyos orígenes los podemos rastrear en Felipe Pardo y Aliaga y Enrique López Albújar.

Sin embargo, en varios libros Gálvez Ronceros ha incursionado en otros espacios narrativos, como el realismo social en Historia para reunir a los hombres, y la crónica en Aventuras en el Candor. Su último libro de cuentos publicados, Cuadernos de agravios y lamentaciones (Lima, Fondo Editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2003), se adscribe a la primera línea. Una línea que lo acerca a las propuestas de la revista Narración, en la que participó en la edición del segundo número (1971). Como se sabe, a mediados de la década del sesenta un grupo de escritores, entre los que destacaba Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez y Eleodoro Vargas Vicuña, editan una revista llamada Narración. Esta publicación se distinguía de otras de su género, como Mar del Sur o El Dominical del diario El Comercio, por tratar de situarse en una posición alternativa a las publicaciones literarias que representaban a los grupos de poder económico del país. Esto último los llevó a desarrollar, partiendo de las tesis maoístas del arte y del realismo crítico, prácticas narrativas, como el testimonio y la crónica social, que tenían como finalidad evidenciar la situación social y política de los sectores marginales y empobrecidos de la sociedad peruana.

Ahora bien, el volumen lo conforman once cuentos, donde Gálvez Ronceros trata diferentes aspectos de la realidad social. En general, el diseño de sus personajes y situaciones nos recuerda al realismo crítico de George Lukács: un sujeto social –escritor, obrero, profesor- se relaciona críticamente con la realidad social institucionalizada –gobierno, fábrica, escuela. Aunque no llega a plantear la “lucha de clases”, la estructura dramática parte del conflicto social. Por ejemplo, el cuento "Hombre y Perro" se estructura en torno al problema laboral entre obreros y los dueños de una fábrica.

Otro aspecto interesante en el conjunto de historias es la manera cómo aborda esta problemática social. En algunos casos, usa el recurso de la metáfora para intensificar el carácter dramático, como, nuevamente, en "Hombre y Perro", donde narra la historia de un perro en la vida de unos obreros en una fábrica. La vida y salud del perro corre paralela a la vida de los trabajadores. Y si bien al inicio el perro estaba bien de salud, era por las sobras de comida que le daban los trabajadores. Pero, años después, producto de una serie de huelgas, los obreros ya no tienen sobras que darle, y el perro se debilita, al punto de convertirse en una metáfora de la situación de los trabajadores, tal como se revela en la siguiente cita: “De aquel amigo nuestro no supimos más [se refiere al perro]. Devuelto a la vida de dolorosa orfandad, el pobre andará por ahí exactamente como nosotros: huesudo, triste, desesperado por conseguir algún alimento, sintiendo ese amargo sabor que tiene la vida en un mundo donde los hombres no están reunidos (pp. 41)”.

En otros relatos, la referencia a la problemática social es directa, como en "Dinosaurios", donde refiere lo siguiente: “El escritor cree saber ahora por qué muchísimos hombres, mujeres y niños viven en el mundo soportando una carga de años de más” (pp. 14). O en el relato ¿Un patadón ahora?, donde refiere la historia de por qué un individuo le dio una patada en el trasero a un policía, y terminar en el siguiente diálogo: “-¡Oh, Dios!... Por eso me parecía increíble que pudieras haberle zampado un patadón a una de estas bestias [se refiere a los policías]-, ¿Un patadón ahora? Para qué. ¡Lo que estas basuras merecen es un balazo!” (pp.75).

De esta manera el universo narrativo de Gálvez Ronceros se amplia, dejando de lado el mundo de los negros, y asumiendo como eje de su narración el mundo de los marginales urbanos. La pobreza, el abuso de la autoridad, y la crisis social son los temas dominantes de este conjunto de relatos. Pero, esto no significa que esta nueva veta esté desgajada de la anterior. Al interior de los relatos, subyace el tema de la denuncia de los abusos que son objetos las minorías, aspecto que también está en Monólogos… y Los ermitaños. La variante está en la manera cómo se resuelve los conflictos. En el caso sus primeros libros, era el humor el mecanismo que permitía superar los abusos. En este último, el humor festivo se ha convertido en humor negro, hecho que pone de manifiesto de intención moralista del autor. Podría discutirse la efectividad de este recurso, tal vez con razón, pero también es cierto que una de los soportes de los cuentos es la actitud comprometida del autor, en muchos casos explícita. Y eso permite que el libro alcance niveles profundamente humanos. Un humanismo cargado de moral y de sentido social, que seguramente nos hará recordar otras épocas, como el realismo socialista, pero no por ello innecesario en estos tiempos de cinismo e indiferencia social.

Carlos García Miranda

Foto: Antonio Gálvez Ronceros