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González Montes sobre la narrativa de César Vallejo



En una época donde surgen a cada momento narradores en toda América Latina -¡39 narradores menores de 39 años se reunieron en Colombia, insólito!-, y con los críticos buscando referentes y "maestros" de toda esa masa de narradores jóvenes, puede resultar provechoso el libro de Antonio González Montes -motivo de la nota-, donde se revisa la obra narrativa de César Vallejo, tal vez un paradigma más para aquellos narradores de menos de 39 años que aún viven la vanguardia con la misma ingenuidad con que Carlos Eduardo Zavaleta imitaba a James Joyce en los años cincuenta.

En 1923, César Vallejo publica Escalas, libro que reúne sus textos narrativos. Antes había publicado Los Heraldos Negros y Trilce. A diferencia de estas últimas, Escalas no recibió el mismo favor de la crítica. Incluso, el mismo José Carlos Mariátegui, tan entusiasta con respecto a su poesía, no menciona esa obra en su “Proceso de la literatura peruana” (Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, Amauta, 1928). Esta conducta, ligada a ensalzar la poesía y casi desconocer la producción narrativa vallejiana, se mantuvo durante las décadas siguientes, salvo unas notas donde se destacaba el aspecto fantástico de los cuentos, y su inclusión en algunas antologías (sobre todo de Cera).

Recién en la década del ochenta empieza a generarse un interés en la narrativa vallejiana. Podríamos citar los trabajos del crítico chileno Eduardo Neales-Silva, Trinidad Barrera, Sonia Mattalía y Jeffrey Charles Fisher, entre otros. En general, estos autores abordan los relatos de Escalas desde distintas perspectivas críticas, y tratan de discutir sus relaciones con la narrativa modernista y la de vanguardia.

Antonio González Montes, Magíster en Literatura Peruana y Latinoamericana, catedrático de larga trayectoria en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y autor de César Vallejo (1969), Estructura del texto novelístico (1987), Semiótica (1989) y Periocuentos peruanos (1977), se adscribe a esta suerte de “boom” crítico en torno a la narrativa vallejiana con la publicación de Escalas hacia la modernización narrativa (Lima, Fondo Editorial de la UNMSM, 2002), libro que tiene como origen su tesis de Maestría, y que se presenta como un acucioso intento de discutir el carácter periférico de la narrativa de César Vallejo con respecto a su poesía, y a establecer un diálogo intertextual con toda su producción.


Los ejes que articulan el recorrido que realiza González Montes son la intertextualidad, la metacrítica y el análisis de textos. Con respecto al primero, se revisa la intertextualidad existen entre los textos de Escalas y los artículos, cuentos, novelas y la poesía de César Vallejo. Consecuencia de este diálogo intertextual González Montes “pone de manifiesto algunas constantes temáticas propias de la concepción ideológica y estética del escritor” (p. 47). En esta línea de reflexión González Montes encuentra nexos temáticos entre Escalas y Los Heraldos Negros, postulando la tesis de que existe “una misma concepción existencial y estética” (p. 34) entre ambas. Una muestra de ello es el relato Alfeizar, que pertenece a la sección Cuneiformes, y el poema El pan nuestro, donde coinciden en recrear “escenas de desayunos en los que el sujeto evocador destila nostalgia” (p. 34). También encuentra homologías entre Escalas y Trilce. Según González Montes, por ejemplo, “el tema de la justicia tiene una presencia significativa en las dos secciones de Escalas, y Cuneiformes es el eje de, por lo menos, tres textos: Muro Noroeste, Muro Este y Muro Dobleancho. En Coro de vientos, el relato Liberación se adscribe a esa permanente preocupación de Vallejo por lo justo o lo injusto. En Trilce se puede rastrear la manifestación de éste en los textos XVIII, XXII, L y LIII” (p. 39). Del mismo modo, encuentra relaciones con el resto de la producción vallejiana.

Por su parte, el abordaje metacrítico le permite a González Montes hacer un acucioso recorrido por el grueso de la producción crítica en torno a Escalas, revelando aspectos que podrían llevarnos a una reevaluación de la obra narrativa de Vallejo. Esto se denota con mayor rigor en el acápite “La crítica reciente: autonomía e intertextualidad”, donde revisa los aportes de Eduardo Neale-Silva en su libro César Vallejo, Cuentista / Escrutinio de un múltiple intento de innovación (Barcelona, Salvat Editores, 1987). En dicho texto, Neale-Silva trata de fundamentar, a partir de diversos procedimientos analíticos, la tesis de que Escalas no sólo forma parte de la cuentística vanguardista, sino que le inserta nuevos temas.


En el tercer capítulo González Montes desarrolla lo medular de su trabajo: una revisión de las ediciones de Escalas –destacando la edición de Claude Couffon-, y un análisis de corte narratológico. El propósito de dicho análisis, afirma el autor, “es estudiar el libro en su totalidad, procediendo a examinar cada uno de los textos que constituyen las dos secciones de libro. Al realizar la exégesis tomaremos en cuenta las interpretaciones propuestas por los diferentes estudiosos del libro, pero trataremos de establecer nuestra propia lectura” (p. 132). Tomando como eje el narrador y las estructuras discursivas de los relatos, González Montes pone de manifiesto su competencia para desarrollar minuciosos análisis textuales.

Estos aportes hacen de Escalas hacia la modernización narrativa un libro imprescindible para aquellos que estén interesados en explorar la narrativa de nuestro vate mayor.

Fotos: [1] César Vallejo; [2] Antonio González Montes y Miguel Gutiérrez; [3] Antonio González Montes y Julio Ortega; [4] Alonso Cueto, Edgardo Rivera Martínez, Antonio González Montes, Ricardo González-Vigil, Eduardo Hopkins.

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Gonzalo Espino y Las imágenes excuidas del Ande


Hace unos meses recibí la grata noticia de que el poeta, investigador de la cultura andina, docente universitario, líder político sanmarquino y blogger contracultural (ver http://gonzaloespino.blogspot.com/), Gonzalo Espino Relucé (Hacienda Roma, 1935), luego de batirse a duelo con un exigente jurado, había logrado obtener su doctorado en Literatura Peruana y Latinoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, defendiendo la tesis Etnopoética quechua. Textos y tradición oral quechua. Como una forma de trasmitirle mi saludo y felicitación por su logro académico posteo un breve texto sobre uno de sus últimos libros, Imágenes de la inclusión andina –literatura peruana del siglo XIX (Lima, Instituto de Investigaciones Humanísticas de la UNMSM, 1999).


“Si bien en los años iniciales de la república –afirma Antonio Cornejo Polar[1]- ni se construye una tradición literaria, por la omisión del legado colonial y la fatuidad de la apelación incaica, ni se elabora un proyecto de desarrollo de una literatura específicamente nacional, lo que no obsta para que el costumbrismo encauce una cierta manera literaria de larga descendencia, lo cierto es que entonces se establece (o mejor, se reafirma) el espacio desde el cual se producirá la literatura que asume, desplazando a otras, la representación del Perú todo. Modificar esta situación llevará casi un siglo”.

Estas ideas, planteadas a comienzos de los años noventa, se renuevan en la reciente publicación de Gonzalo Espino Reluce Imágenes de la inclusión andina –Literatura peruana del siglo XIX. En su libro, Espino Reluce -docente en literatura en la UNMSM, Magíster en Literatura Peruana y Latinoamericana y con estudios de doctorado- realiza una interesante exploración hermenéutica en una serie de textos correspondientes al último tercio del siglo XIX, a partir de los cuales discute las imágenes canónicas de la literatura peruana.

El libro, que corresponde a la segunda parte de su tesis de magíster en Literatura Peruana y latinoamericana, titulado Adolfo Vienrich: La tentativa de la otra Literatura peruana (1996), está organizado en cuatro capítulos. En el primero explora algunos textos de Manuel González Prada y Abelardo Gamarra. De ellos extrae la siguiente tesis: “La reivindicación del indio, a diferencia de otros discursos, que suponen la inclusión o la exclusión, no se resuelve en la melancolía histórica, en el retorno al incario. Prada rechaza todo intento o apetito restaurador de un pasado inca ya remoto: a cambio, demanda la rebelión de los indios. Discursos que van a tener eco en la escritura poética del momento, tanto Abelardo Gamarra como Manuel González Prada ofrecen una posibilidad de hacer legible la situación de un segmento de nuestra sociedad; en ambos casos se inicia como una revuelta que exige la inserción cultural del indio, tópico compartido con la ciudad letrada, para luego revelar la problemática como asunto en estricto social y económico. Ésa es la lección que los maestros proponen y cuyo impacto es posible rastrear en diferentes textos de la literatura de la ciudad letrada de la época” (pp. 33).


Esta tesis va a ser contrastada, en el segundo capítulo, con la concepción de literatura de algunos escritores de la época, como Ricardo Palma. Según Espino Reluce, “para el tradicionalista, el castellano es el vehículo de comunicación por excelencia. Se pueden peruanizar las palabras que provienen de las lenguas vernáculas, pero para la expresión de las “bellas letras” está el castellano; así, todos los textos escritos y en castellano son los que somete a su análisis no importa si existe o no una literatura de indios o de incas” (pp. 47).

El tercer capítulo se complementa con el anterior. En él, Espino Reluce plantea que los poetas y escritores de esa época desarrollan un discurso ambiguo con respecto a la literatura nacional. “Por un lado –argumenta Espino Reluce- (los poetas) viven en las márgenes de la soledad y enfrentan el tiempo de modernización del país, y, en medio de este drama, el descubrimiento paulatino de la “nacional como lo indígena” en su poesía” (pp. 50). En el cuarto capítulo, Espino Reluce presenta un breve corpus de textos que intentan construir “otra literatura peruana”. Los textos son diversos. Explora Antigüedades peruanas de Mariano Eduardo de Rivero y Ustariz y Juan Diego de Tschudi, donde, desde una perspectiva arqueológica, se discute la ausencia de una literatura nacional, tomando como base la valoración de las lenguas vernáculas. Seguidamente, trabaja La poesía en el Imperio de los Incas, de Acisclo Villarán; Gramática quechua, de Dionisio Anchorena; y, finalmente, el debate de Constantino Carrasco y Eugenio Larrabure en torno a la pieza dramática Ollantay. En cada uno de estos textos Espino Reluce reconoce “una preocupación por las formas y prácticas vernáculas y la valoración de obra-signos de la literatura quechua”, como el Ollantay. Con estos elementos, se postula la construcción de la “otra” literatura, de raigambre andina, que trata de ganar su espacio al interior de los discursos hegemónicos.

El último capítulo constituye un correlato de los anteriores. A través del análisis de varios poemas de Constantino Carrasco, Manuel González Prada y Carlos Germán Amézaga, se intenta construir la imagen del indio. En cada caso, el indio viene a constituir una conciencia otra, como se revela en la descripción del poema En la puerta de su choza de Carrasco: “La tradición del yaraví enhebra cada verso, de modo que recurre a la imagen de la paloma para concluir. El deslumbramiento del poeta, tópico romántico, se expresa en amor dolido e imposible: la tristeza cubre todo el ser del poeta (convertido en el amante); promete no abandonarla, expresa su deseo de “morir” por ella. Dicho acercamiento finaliza en esa suerte de fuga, donde el romance se realiza en la voz del poeta que invita a la amada a un posible himeneo, propio del tema vernáculo: “Que aun el alba no asoma / Y la pampa está desierta” (v. 23-24). El poeta reconoce a una mujer diferente: “Que es tu raza la del Sol”, la amada imaginada por el autor difiere en pensamiento y palabra, sin embargo hay “sólo dulzura”. Opone a la belleza de la “raza del Sol” la involuntaria declaración del dolor que en su presencia siente: típica propuesta de la forma yaraví. Es esto lo que hace distintiva a la poesía de Constantino Carrasco: al hacerlo, la memoria poética contempla a los dioses, a su fauna y se retiene en un tópico que coincide con el romanticismo desde la forma vernácula e intenta descubrir al otro, a la otra” (pp. 95).

De este modo, Espino Reluce trata de demostrar las tres tesis que articulan cada uno de los capítulos de Imágenes de la inclusión andina: a) se escribe la ciudad letrada del siglo XIX; b) en dicho siglo existe un creciente interés por el quechua, pero no se le otorga el estatus de lengua literaria; y c) “la inclusión andina es un proceso social del Perú como país andino. Esto lleva a cuestionar y replantear el modelo o imaginario literario en medio de sucesivas crisis (la parodia de democracia, la guerra invasora y la derrota del 79-82)” (pp. 12).

En gran medida, Imágenes de la... se inspira los estudios de Antonio Cornejo Polar, fundamentalmente en sus trabajos en torno a la literatura del siglo XIX y su teoría de la heterogeneidad contradictoria. Teoría que, como sabemos, construye un sistema de representación cultural peruano, teniendo como eje la tesis de que la cultura andina es heterogénea. Pero eso no es más que el punto de partida de la exploración llevada a cabo por Espino Reluce. Centralmente, el libro pretende discutir el tema de la literatura “nacional” en el Perú, hilvanando, a través de varios textos, un discurso literario de raigambre andina alterno al hegemónico hispanista. En ese sentido, Imágenes de la... discute un tema que desborda lo literario y se instala en el ámbito de la cultura: el problema de las identidades nacionales.

En este punto el libro deja notar sus límites. Unos límites impuestos por el objeto de estudio de la investigación: los poemas y otros textos. En efecto, estos textos impiden explorar otras practicas culturales, como los ritos y las fiestas patronales, donde tal vez esa “otra conciencia” nacional que se intenta rastrear a la largo del libro sea más nítida. Ciertamente, esto escapa al objetivo de la investigación, referido a demostrar cómo en los discursos hegemónicos se puede evidenciar rasgos de otros discursos, como el andino. Objetivo que, en gran medida, se cumple. Aún así, consideramos que las problemáticas planteadas en Imágenes de la ... desborda dicho objetivo, y, a la vez, exige su discusión en un espacio de reflexión mayor, como los estudios culturales, tal como se revela en Comunidades imaginadas, de Benedict Anderson, que también comparte su interés en reflexionar sobre las identidades nacionales.
[1] La Formación de la tradición literaria del Perú. Lima, CEP, 1989. pp. 40-41.